Una limosna no es suficiente

Una limosna no es suficiente

3 Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. 4 Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 5 Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.” Hechos 3:3-8

Cuando Pedro llega con Juan al templo, este hombre está con su mano extendida, pidiendo algo que necesita, que quiere de ellos. Pedro no le da lo que el hombre quiere, sino lo que Dios dice que tiene que tener. Uno de los problemas que tiene la sociedad es que pretende que nosotros los cristianos les demos lo que ellos quieren, sin entender que lo que nosotros tenemos que darles es lo que Dios dice que ellos deben tener. Tú no puedes darles a tus hijos todo quieren; tú tienes que darles aquello que, como padre, tú sabes que ellos tienen que tener. Si les das todo lo que quieran, siempre tendrán su mano extendida para recibir una migaja. Tu tarea no es darles lo que crean necesitar, sino aquello que como padre tú sabes que has sido llamado a darles para impactar sus vidas. La iglesia no puede dar limosnas como el mundo, porque las limosnas no cambian a nadie; lo que hacen es aliviar el sufrimiento por unos momentos; la dádiva no cambia al que la recibe, sino al que la da.

Tú has sido llamado, no a darle a la gente lo que ellos están acostumbrados a recibir, sino lo que Dios quiere que ellos reciban. Por eso, es tu fe la primera que se tiene que activar. Siempre esperamos que se active la fe de otro para que ellos puedan recibir, porque esa es la forma más fácil de justificar que no se dio el milagro: La otra persona no creyó. Pero, muchas veces, no hace falta que la persona crea, sino que tú creas, y que tú sepas que lo que tú les puedes dar es más grande que lo que ellos quieren recibir. El amor de Dios no se manifiesta dándoles lo que ellos quieren y creen necesitar, sino aquello que tú has sido llamado a darles.

Donde dice fijando en él los ojos, en el texto original lo que dice es viendo la oportunidad. Pedro vio la oportunidad de hacer algo diferente. No se trata de que no ayudes a alguien, que no des limosna, se trata de que entiendas que esa persona necesita más que tu dinero; necesita el poder de Dios que está en ti, tu fe, que lo tomes de la mano y le pongas de pie. Tú has sido llamado a transformar la vida de todo el que está a tu alrededor. Dios no te va a prosperar para que simplemente des limosna; Dios ha despertado tu espíritu y está despertando tu ser para que tú puedas poner las manos sobre la gente y que sanen, sean libertados, que sepan que hay futuro para sus vidas. No hay nada malo con dar una limosna un día; pero al que le das limosna hoy, mañana le tienes allí de nuevo. Pero, si su espíritu y sus emociones se levantan, andará y saltará y su vida será transformada.

Tú tienes que ver la oportunidad que Dios te está dando de hacer algo diferente a lo que siempre se ha hecho. Dios nos está llamando a no tener la misma religión vacía que lleva a la gente a la iglesia y no se transforma. De nada sirve que recibas un milagro, pero que tu espíritu no esté saltando, que tus emociones no estén saltando. Tienes que ponerte sobre tus pies y creerle a Dios. Tú has sido llamado a darle a la gente lo que Dios hizo por ti en la cruz del Calvario. Tú no has sido llamado a dar limosnas. Cristo no murió en la cruz del Calvario para que le demos limosna a la gente para que se queden en el mismo lugar. Cristo murió por nosotros y por ellos para que tengamos vida y la tengamos en abundancia, para que tengamos salud, para que nos levantemos, prosperemos, seamos transformados. El amor de Dios es darle a la gente lo que Dios quiere que le demos, no lo que ellos quieren; porque muchos quieren recibir, para quedarse en el lugar donde están. Tú fuiste lleno del poder de Dios para transformar las vidas de esas personas.

“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.” Juan 9:1-4

Jesús estaba diciendo: No estoy aquí para resolver un problema teológico, sino para hacer la obra de Aquel que me envió. Ellos querían que él les respondiera unas preguntas, y Jesús les contestó con un milagro. Tú no estás aquí para hacer las obras que el mundo y los religiosos quieren, sino para hacer las obras de Aquel que te envió y murió por ti en la cruz del Calvario para que tú seas sano, libre, salvo. Si te enfocas en hacer lo que el mundo quiere que hagas, te desvías de hacer lo que Dios quiere que hagas. Dios lo que quiere es que prediques el evangelio, que la gente se salve, que lleves sanidad y libertad a la gente, que los pongas sobre sus pies, que haya una comunidad activa. Lo mejor que hace la iglesia por la comunidad es levantar gente que antes no quería trabajar y ahora trabaja, que antes evadía impuestos y ahora ya no, que ahora vive una vida en orden; matrimonios son restaurados, padres ahora pagan pensión y son padres para sus hijos. Eso es lo mejor que podemos hacer: No darles lo que ellos quieren, pero sí lo que Dios quiere que cada uno tenga.

Grandeza no es hacer lo que el mundo quiere que hagas; grandeza es hacer lo que el Padre te envió; y Él te envió para transformar tu ciudad, para que todo el que esté paralítico, con su mano extendida, cuando tú pases por su lado, camine, se levante y viva solo para Dios.
DIOS ES NUESTRA FORTALEZA!!

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